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¿Para Dios o Para el Hombre?
Obviamente vivimos en un mundo humanista en decadencia. El lugar del hombre como “centro del universo” está siendo seriamente carcomido por el postmodernismo, pues éste guía al hombre a desconfiar incluso de sí mismo. Por ejemplo, César Hildebrandt escribió en “La Primera” que “el hombre está lleno de mentiras.” De modo que, sostener hoy que todo el universo existe para el hombre es plantear un objetivo débil, imperfecto, degradado y desalentador.
Para los bautistas no hay duda que Dios ocupa el centro del universo, pero, ¿cómo se explica esta verdad y cómo se traduce eso en la vida diaria?
Para este servidor, resultó bastante iluminador aprender en 1997 que Dios creó todo para Él y que la meta suprema de toda la humanidad es vivir para Su gloria. Esta meta suprema es lo que da verdadero sentido a la vida, y al servicio a Dios. Por ejemplo, un misionero me dijo: “Antes, mi meta máxima era establecer una iglesia grande para Dios; pero ese proceso es largo y lleno de muchas frustraciones. Ahora, puedo irme cada noche a la cama sabiendo que ese día he alcanzado mi meta: glorificar a Dios.”
Romanos 11.36 dice: “Porque de él, por él, y para él son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” La frase “todas las cosas” no habla sólo de objetos, sino también de personas, como en Colosenses 1.16 cuando dice que todo fue creado para él.
Efesios 3.21 dice que Cristo debe recibir la gloria en la Iglesia por todas las edades y por los siglos de los siglos.
Romanos 15.7 dice que Cristo nos ha salvado “para gloria de Dios”.
Efesios 1.5, 11 y 14 dicen que hemos sido salvados “para alabanza de su gloria”.
Y Filipenses 2.5-11 dice que la gran obra de la salvación culmina cuando toda rodilla se doble “y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre.” (Esto es importante, pues los teólogos del pacto creen que la meta del plan de Dios es la salvación del hombre, mientras la Biblia muestra que la salvación es para traer más gloria a Dios. Por tanto, los bautistas creemos en un propósito doxológico para todo el universo y la obra redentora de Dios).
Si todo es para Dios, ¿cómo se traduce esto en la vida diaria? Dios mismo lo ha traducido cuando en 1 Corintios 10.31 dijo que si comemos, o bebemos, o hacemos otra cosa, DEBEMOS HACER TODO PARA LA GLORIA DE DIOS. Es decir, debemos hacer todo lo necesario para comer de tal modo que Dios sea glorificado. Esto incluye orar dando gracias, no quejarse de la comida, comer todo -a menos que por salud nos sea prohibido-, considerar a los demás, observar buenos modales como masticar con la boca cerrada o no hablar con comida en la boca, etc. Las hermanas que lavan, cocinan y planchan, deben esforzarse para hacerlo con la actitud correcta, pues la meta es glorificar al Señor, no a sí mismas o al esposo, o a los hijos. El pastor no debe predicar o ministrar pensando en su imagen o aceptación por los hombres, sino en la gloria de su Señor. Quien canta un himno especial, o evangeliza dedicadamente, no debe tener como meta que haya más gente en la iglesia, sino que Dios sea exaltado.
De modo que ante la pregunta, ¿para Dios o para el hombre?, los bautistas respondemos desde la Biblia: PARA DIOS. Estudiamos, trabajamos, nos divertimos, formamos familias, servimos a Dios, y todo lo que hacemos debe tener como enfoque máximo y meta suprema: La Gloria de nuestro Dios. Recuerde: “Porque de él, por él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.”
Hermano, hermana, cuando haces algo lo haces... ¿para Dios o para el hombre?
“Ya Regreso”
Desde niño, una de las escenas más marcadas en mi mente es cuando mis padres me dejaban en casa sólo con mis dos hermanos. Nos dejaban solos, pero bajo muchas advertencias. “No abran la puerta a puerta a nadie. Si alguien viene a pedir la plancha o la licuadora de nuestra parte, es mentira; no vamos a enviar a nadie. No cojan los fósforos” y otras advertencias más. También nos dejaban tareas para hacer en casa mientras dure su ausencia. Creo que la meta era tenernos ocupados para evitar que por ociosidad hagamos travesuras. Lo que más recuerdo es que cuando no obedecíamos, recibíamos castigo.
Antes de irse, el Señor Jesús dejó a sus discípulos instrucciones de lo que deberían hacer hasta que él regrese físicamente. La Biblia dice que al tercer día de ser crucificado, Jesucristo resucitó de entre los muertos y permaneció 40 días dando instrucciones y mandatos a sus discípulos sobre el reino de Dios, (Hch. 1.3). No tenemos el registro de todo lo que les dijo, pero tenemos el resumen: la Gran Comisión. Los discípulos de Jesucristo, los que somos la Iglesia del Señor debemos obedecer la Gran Comisión porque Cristo quiere que nos ocupemos en ello hasta que él regrese: ello trae gloria a Dios.
Digo que la Gran Comisión fue la última instrucción de Jesucristo antes de ascender al cielo porque leemos en Hechos 1.8-9: “pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra. Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.” Jesús ya lo había expresado en otras ocasiones durante los 40 días de ministerio como resucitado. Pero además, sus últimas palabras, con un pie en el aire, yéndose ya, fueron la Gran Comisión.
No es cuestión de énfasis o preferencias. He oído a consiervos decir que cada Iglesia o pastor puede escoger el énfasis que desee. Es decir, enfocarse en la familia, o los jóvenes, o misiones, etc. O que debemos enfocarnos sólo en el Perú, pues hay mucho que hacer en el país antes de estar pensando en otros países. Este servidor entiende que no es asunto de énfasis o preferencia personal; Cristo dejó la Gran Comisión y debemos ocuparnos en ella con todo lo que ello implica. La Gran Comisión tiene un enfoque mundial, y debemos asumir el mismo enfoque de Dios. Los siervos no tenemos ningún derecho de alterar o ajustar a nuestras preferencias personales el mandato de NUESTRO AMO y SEÑOR.
Todo lo que hagamos en la Iglesia local y desde la Iglesia local debe ser parte de la Gran Comisión. Todo lo que hagamos personalmente debe estar encaminado a reforzar la obediencia de nuestra Iglesia local a la Gran Comisión en TODA su dimensión. Todo debe apuntar a predicar el evangelio por todo el mundo (Mr. 16.15), a predicar el arrepentimiento y perdón de pecados a todas las naciones (Lc. 24.47), a ser testigos de Jesucristo hasta lo último de la tierra (Hch. 1.8), y a hacer discípulos a todas las naciones (Mt. 28.19). Si nuestro enfoque es menos que todo esto, estamos en desobediencia o nuestra obediencia es parcial. Y lo que me asusta es que alguien dijo: “Una obediencia incompleta, es una completa desobediencia.”
¿Estás haciendo lo que Cristo te encargó entre tanto que él regrese? ¿Estás dedicado a la Gran Comisión? Recuerda, Jesucristo ha dicho: “Ya regreso” (Apocalipsis 22.20).
LAS ULTIMAS PALABRAS DE CRISTO DESPUES DE SU RESURRECION, ESTUVIERON DIRECCIONADAS A QUE LOS DISCIPULOS REALIZEN URGENTEMENTE LA GRAN COMISION ES DECIR DE PROPAGAR EL EVANGELIO Y QUE LAS PERSONAS ESCUCHEN QUE HAY UNA ESPERANZA DE SALVACION EN LA PERSONA DE CRISTO. TODOS NUESTROS RECURSOS Y ESFUERZOS DEBEN SER ENFOCADOS E INVERTIDOS EN LA GRAN COMISION. HECHOS 1:8 Ps. MISIONERO MILTON JAVIER FARFAN FERIA
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- MILTON JAVIER FARFAN FERIA
- NACI DE NUEVO EL 1 DE MAYO DE 1992, EN LA IGLESIA BAUTISTA BETEL DE PAITA- PIURA. CURSE ESTUDIOS TEOLOGICOS EN EL SEMINARIO BAUTISTA DEL PERU EN TRUJILLO. LOS AÑOS 2002 AL 2005. AHORA ESTOY SIRVIENDO COMO MISIONERO DE LA IGLESIA BAUTISTA BETEL DE PAITA EN EL DISTRITO DE PUEBLO NUEVO DE COLAN EN PAITA. POR AHORA ESTOY SOLTERO ESPERANDO QUE DIOS PROVEA UNA DE SUS HIJAS PARA FORMAR UNA FAMILIA.
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ARTICULOS DEL PASTOR ENOC PRINCIPE
¿Para Dios o Para el Hombre?
Obviamente vivimos en un mundo humanista en decadencia. El lugar del hombre como “centro del universo” está siendo seriamente carcomido por el postmodernismo, pues éste guía al hombre a desconfiar incluso de sí mismo. Por ejemplo, César Hildebrandt escribió en “La Primera” que “el hombre está lleno de mentiras.” De modo que, sostener hoy que todo el universo existe para el hombre es plantear un objetivo débil, imperfecto, degradado y desalentador.
Para los bautistas no hay duda que Dios ocupa el centro del universo, pero, ¿cómo se explica esta verdad y cómo se traduce eso en la vida diaria?
Para este servidor, resultó bastante iluminador aprender en 1997 que Dios creó todo para Él y que la meta suprema de toda la humanidad es vivir para Su gloria. Esta meta suprema es lo que da verdadero sentido a la vida, y al servicio a Dios. Por ejemplo, un misionero me dijo: “Antes, mi meta máxima era establecer una iglesia grande para Dios; pero ese proceso es largo y lleno de muchas frustraciones. Ahora, puedo irme cada noche a la cama sabiendo que ese día he alcanzado mi meta: glorificar a Dios.”
Romanos 11.36 dice: “Porque de él, por él, y para él son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” La frase “todas las cosas” no habla sólo de objetos, sino también de personas, como en Colosenses 1.16 cuando dice que todo fue creado para él.
Efesios 3.21 dice que Cristo debe recibir la gloria en la Iglesia por todas las edades y por los siglos de los siglos.
Romanos 15.7 dice que Cristo nos ha salvado “para gloria de Dios”.
Efesios 1.5, 11 y 14 dicen que hemos sido salvados “para alabanza de su gloria”.
Y Filipenses 2.5-11 dice que la gran obra de la salvación culmina cuando toda rodilla se doble “y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre.” (Esto es importante, pues los teólogos del pacto creen que la meta del plan de Dios es la salvación del hombre, mientras la Biblia muestra que la salvación es para traer más gloria a Dios. Por tanto, los bautistas creemos en un propósito doxológico para todo el universo y la obra redentora de Dios).
Si todo es para Dios, ¿cómo se traduce esto en la vida diaria? Dios mismo lo ha traducido cuando en 1 Corintios 10.31 dijo que si comemos, o bebemos, o hacemos otra cosa, DEBEMOS HACER TODO PARA LA GLORIA DE DIOS. Es decir, debemos hacer todo lo necesario para comer de tal modo que Dios sea glorificado. Esto incluye orar dando gracias, no quejarse de la comida, comer todo -a menos que por salud nos sea prohibido-, considerar a los demás, observar buenos modales como masticar con la boca cerrada o no hablar con comida en la boca, etc. Las hermanas que lavan, cocinan y planchan, deben esforzarse para hacerlo con la actitud correcta, pues la meta es glorificar al Señor, no a sí mismas o al esposo, o a los hijos. El pastor no debe predicar o ministrar pensando en su imagen o aceptación por los hombres, sino en la gloria de su Señor. Quien canta un himno especial, o evangeliza dedicadamente, no debe tener como meta que haya más gente en la iglesia, sino que Dios sea exaltado.
De modo que ante la pregunta, ¿para Dios o para el hombre?, los bautistas respondemos desde la Biblia: PARA DIOS. Estudiamos, trabajamos, nos divertimos, formamos familias, servimos a Dios, y todo lo que hacemos debe tener como enfoque máximo y meta suprema: La Gloria de nuestro Dios. Recuerde: “Porque de él, por él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.”
Hermano, hermana, cuando haces algo lo haces... ¿para Dios o para el hombre?
“Ya Regreso”
Desde niño, una de las escenas más marcadas en mi mente es cuando mis padres me dejaban en casa sólo con mis dos hermanos. Nos dejaban solos, pero bajo muchas advertencias. “No abran la puerta a puerta a nadie. Si alguien viene a pedir la plancha o la licuadora de nuestra parte, es mentira; no vamos a enviar a nadie. No cojan los fósforos” y otras advertencias más. También nos dejaban tareas para hacer en casa mientras dure su ausencia. Creo que la meta era tenernos ocupados para evitar que por ociosidad hagamos travesuras. Lo que más recuerdo es que cuando no obedecíamos, recibíamos castigo.
Antes de irse, el Señor Jesús dejó a sus discípulos instrucciones de lo que deberían hacer hasta que él regrese físicamente. La Biblia dice que al tercer día de ser crucificado, Jesucristo resucitó de entre los muertos y permaneció 40 días dando instrucciones y mandatos a sus discípulos sobre el reino de Dios, (Hch. 1.3). No tenemos el registro de todo lo que les dijo, pero tenemos el resumen: la Gran Comisión. Los discípulos de Jesucristo, los que somos la Iglesia del Señor debemos obedecer la Gran Comisión porque Cristo quiere que nos ocupemos en ello hasta que él regrese: ello trae gloria a Dios.
Digo que la Gran Comisión fue la última instrucción de Jesucristo antes de ascender al cielo porque leemos en Hechos 1.8-9: “pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra. Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.” Jesús ya lo había expresado en otras ocasiones durante los 40 días de ministerio como resucitado. Pero además, sus últimas palabras, con un pie en el aire, yéndose ya, fueron la Gran Comisión.
No es cuestión de énfasis o preferencias. He oído a consiervos decir que cada Iglesia o pastor puede escoger el énfasis que desee. Es decir, enfocarse en la familia, o los jóvenes, o misiones, etc. O que debemos enfocarnos sólo en el Perú, pues hay mucho que hacer en el país antes de estar pensando en otros países. Este servidor entiende que no es asunto de énfasis o preferencia personal; Cristo dejó la Gran Comisión y debemos ocuparnos en ella con todo lo que ello implica. La Gran Comisión tiene un enfoque mundial, y debemos asumir el mismo enfoque de Dios. Los siervos no tenemos ningún derecho de alterar o ajustar a nuestras preferencias personales el mandato de NUESTRO AMO y SEÑOR.
Todo lo que hagamos en la Iglesia local y desde la Iglesia local debe ser parte de la Gran Comisión. Todo lo que hagamos personalmente debe estar encaminado a reforzar la obediencia de nuestra Iglesia local a la Gran Comisión en TODA su dimensión. Todo debe apuntar a predicar el evangelio por todo el mundo (Mr. 16.15), a predicar el arrepentimiento y perdón de pecados a todas las naciones (Lc. 24.47), a ser testigos de Jesucristo hasta lo último de la tierra (Hch. 1.8), y a hacer discípulos a todas las naciones (Mt. 28.19). Si nuestro enfoque es menos que todo esto, estamos en desobediencia o nuestra obediencia es parcial. Y lo que me asusta es que alguien dijo: “Una obediencia incompleta, es una completa desobediencia.”
¿Estás haciendo lo que Cristo te encargó entre tanto que él regrese? ¿Estás dedicado a la Gran Comisión? Recuerda, Jesucristo ha dicho: “Ya regreso” (Apocalipsis 22.20).
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